El nuevo propietario se trasladó a su finca con su familia, su esposa Rafaela Mateos Macías, natural de Medina Sidonia, y seis hijos. Se dedicó a la tierra y al ganado, trabajando con sus hijos y algunos campesinos, viviendo a lo que parece con holgura pero sin fortuna, salvo su patrimonio y el fruto del trabajo propio, familiar y por el de las personas que tenía por su cuenta. La vida no era fácil para esa comunidad. Suárez escribe que en Las Algámitas: "no había ni luz eléctrica, ni libros, ni prensa, ni ningún signo de civilización. Los transportes se hacían en caballerías".
Entre los problemas que sufrían no era el menor la falta de instrucción. Los maestros, por lo poco que cobraban, no se aventuraban a trasladarse hasta allí, y los padres no estaban en condiciones de enseñar a sus hijos. En alguna ocasión echaron mano de algún obrero de la dehesa para que se ocupase de la enseñanza de los casi veinte niños y muchachos en edad de aprender, pero "el pobre necesitaba …